He tomado café esta mañana con un «republicano de vieja escuela», para quien Felipe González era la cara amable de la derecha, y, hablando de la situación de España, me dice que quien le iba a decir a él que terminaría coincidiendo con el ex presidente en lo de la «republiqueta» de los que este amigo llama «𝙣𝙞𝙣̃𝙖𝙩𝙤𝙨 𝙥𝙞𝙟𝙤𝙨 𝙙𝙚 𝙞𝙯𝙦𝙪𝙞𝙚𝙧𝙙𝙖». (Y lo dice quien, por coherencia, se dio de baja en su partido cuando IU, afirma, se «rindió» a Podemos, cuando antes no hacía más que criticarlos).
Me dice que, hasta que esta panda de … (callo el adjetivo) se mantengan en el Gobierno, él se ha hecho Monárquico, por el «bullying» que le están haciendo al Rey, y por el 𝙩𝙚𝙢𝙤𝙧, en lo que coincidimos, a las dos Españas que nos están volviendo a crear estos vagos, con amenazas, nada veladas, a quien no piense como ellos. A lo que le digo, para picarle, que de los amigos de ETA algo habrán aprendido en lo que a amenazar se refiere. «No sólo de ETA, de mucho antes», me dice, y 𝙖 𝙗𝙪𝙚𝙣 𝙚𝙣𝙩𝙚𝙣𝙙𝙚𝙙𝙤𝙧 𝙥𝙤𝙘𝙖𝙨 𝙥𝙖𝙡𝙖𝙗𝙧𝙖𝙨 𝙗𝙖𝙨𝙩𝙖𝙣.
Igual que coincidimos, como creo que cualquier persona razonable, en el hecho que no pueden estar en el Gobierno de España personajes que, para estar ahí, han prometido 𝙡𝙚𝙖𝙡𝙩𝙖𝙙 al Rey y la Constitución y, sin embargo, están en plena campaña de acoso y derribo a ambos, en vez de intentar dar solución a los problemas reales de nuestro país. Y ahí el problema no es tanto de ellos, sino de quien se lo permite (y hasta, quizá, les aleccione). «𝙌𝙪𝙞𝙚𝙣 𝙘𝙖𝙡𝙡𝙖 𝙤𝙩𝙤𝙧𝙜𝙖».
Lo cierto es que da gusto poder hablar, con mutuo respeto, con quien no piensa como tú, pero ninguno imponiendo sus ideas. Aunque como sigamos así mucho tiempo, le he dicho que, me parece, termino atrayéndolo «al lado oscuro», como él dice.