02/03/2019
Cuando hace ya casi 30 años, comenzaba mis primeros pasos como abogado, recuerdo que, en lo que fue el primer curso de la Escuela de Práctica Forense del Colegio de Abogados en Algeciras, en la que luego tuve la suerte de estar casi 20 años dando mis consejos en el área tributaria y fiscal, recuerdo, decía, como algo que debía regir nuestro comportamiento como abogados, las clases de deontología profesional, algo imprescindible en el ejercicio de la profesión. Cómo comportarnos con los jueces y tribunales, con los clientes, pero sobre todo, cómo comportarnos con los otros abogados, a los que entonces se les decía compañeros.
En aquellos días, a ninguno (salvo contadas excepciones) se nos ocurría personarnos en un asunto sin pedir -y pagar- la venia al compañero, no nos hacíamos cargo de un tema del que otro compañero hubiese desistido sin preguntarle antes si el cliente le adeudaba algo.
Hoy, desgraciadamente, veo a diario cómo los abogados -ya no compañeros- intentan desprestigiarte sin conocerte, se hacen cargos de asuntos sin tener la decencia -algo que también se ha perdido- de ponerse en contacto antes contigo, escuchas a clientes que «de toda la vida» diciéndote cómo otro abogado le ha dicho que su tema está mal enfocado; que él -o ella- lleva el asunto por menos dinero; se ofrecen a denunciarte sin antes preguntarte; etc, etc…
Veo abogados que no dudan en defender al que antes demandaron usando incluso datos sometidos a secreto profesional; quienes están negociando extrajudicialmente contigo un acuerdo y de pronto te encuentras que ya han presentado la demanda sin comunicártelo; quienes aportan a los procedimientos los correos electrónicos con otros abogados…
Quizá sea consecuencia de la propia falta de educación que vivimos a nivel general, pero cuando además a esa falta de educación le unes, por un lado, la prepotencia con las que muchos se lanzan a este mundo del ejercicio de la abogacía -prepotencia que sólo esconde la evidente falta de preparación práctica con la que se sale de las facultades- y, por otro, una falta absoluta de ética profesional, el resultado es un panorama, desgraciadamente, desolador.
Dejo un enlace a un artículo, «La importancia de la Deontología profesional en un abogado joven», del año 2016, pero cada día más importante, que termina con una frase que acuñaba la Comisión de Deontología y Recursos del Consejo General de la Abogacía Española: la Deontología es la imagen de la Abogacía.