San Ovidio y Santa Lucía, patrones de los políticos (y sus leales seguidores)

Pues sí, propongo formalmente el nombramiento, nombramienta, nombramiente de San Ovidio y Santa Lucía, Santa Lucía y San Ovidio, no se me enfaden por el orden, como patronos/as/es de los/las/les políticos/as/es. Y ya dejo tanta tontería de lenguaje imbécil, que no inclusivo.

¿Porqué de esta proposición? Es evidente a la vista (de verdad que no es coña hablando de Santa Lucía) de la cantidad de dirigentes políticos y, sobre todo, de sus borregos seguidores, que, bien eran ciegos y ahora ven todo lo que no veían, y viceversa, antes veían todo y ahora no ven nada. O quienes antes no oían ni hablaban nada y ahora oyen y hablan, aunque sea para decir lo contrario de lo que pensaban ayer.

Lo que echo en falta es la existencia de un patrón para la ética (o al menos no lo encuentro). Aunque si lo hubiera, seguro que, éticamente, dimitiría de tal patronato, dada la falta de ética y moralidad que muchos demuestran comulgando con ruedas de molino ante las barbaridades e inmoralidades que sus dirigentes cometen a diario, pero su ideología (y también para muchos el carguito agradecido) se antepone al más mínimo esbozo de moralidad. Tan borreguil lealtad, aunque sea defendiendo lo que anteayer repudiaban, justificando lo injustificable, y, con actitud fascista y totalitaria, que rápidamente hace que llamen facha a todo el que, ya no que no piense como el líder (ya sabemos que el borrego no piensa), sino que sea fiel a sus principios y no cambia de opinión, llega a ser vomitiva, asquerosa, inmunda, nauseabunda, repugnante y repulsiva (el calificativo lo dejó a libre elección).