La noción de libertad de expresión ha sido modificada sustancialmente. La que se define como poder comunicarnos y expresarnos libremente, ha sido convertida políticamente como el derecho a dar opiniones y manifestaciones de desprecio hacia una idea, un colectivo o una persona.
No es dar mi opinión defendiendo mis ideas, no, es insultarte por las tuyas.
Curiosamente aquellos que piden a gritos esa libertad de expresión no tienen, sin embargo, nada ni nadie que les impida dar su opinión, a expresarse libremente. Lanzan sus proclamas en prensa, incluso creando sus propios medios, y, sobre todo, en redes sociales. Vemos a diario en Twitter, Instagram o Facebook perfiles y páginas dedicadas única y exclusivamente a insultar, ofender y degradar a quienes no piensan como ellos. Y eso dicen, es la libertad de expresión, siempre, claro está, que esos mismos insultos y ofensas no se dirijan contra ellos. Entonces son ataques fascistas, como poco (y les da igual que les venga por la izquierda o la derecha, porque serán muy libres de expresarse, pero incultos como pocos).
Y es que la redes sociales se han convertido, desgraciadamente, en criaderos de tontos. Redes a las que, como me gusta recordar de vez en cuando, Umberto Eco acusaba de haber generado una «invasión de imbéciles», ya que «dan el derecho de hablar a legiones de idiotas, que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos rápidamente eran silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles«.
Suelen, además, ser los mismos que, en el momento de que los demás tienen que validar sus opiniones en unas urnas, fracasan estrepitosamente, y sólo reciben el apoyo de su grupo de borregos fieles, esos que padecen de un borreguismo que define perfectamente la Real Academia de la Lengua: Borreguismo (De borrego). 1. m. Actitud de quien, sin criterio propio, se deja llevar por las opiniones ajenas.
Pero claro, en ese caso, la culpa nunca es de ellos, es del pueblo que ha sido engañado porque ellos, pobrecitos, no han tenido libertad de expresión.